Leyendas de Santa Cruz > La leyenda de la Encantada
También podéis escuchar la versión novelada de esta leyenda, elaborada y emitida por la Radio Local de Santa Cruz..
Introducción
La leyenda que hoy relatamos es junto, con la de "La Casa de las dos Puertas" la mas conocida y divulgada en Santa Cruz de la Zarza. Situado al NE de la villa, existe el cerro denominado "de la Encantada". Son innumerables las leyendas que sobre el cerro existen. En esta ocasión relataremos una de las versiones por las que en la noche de San Juan suele aparecerse la Dama del Cerro de la Encantada.
Antes de nada nos situaremos históricamente: Corrían los años en los que España estaba dividida en la España Cristiana y la España Mora. El Emperador Alfonso VII tenía limitada la frontera Cristiana en el cauce del río Tajo. Por su parte los príncipes moros de Sevilla, Córdoba y Valencia, ejercían gran presión y fugaces invasiones en dicha vega. Uno de los baluartes mas fuertes de la ocupación mora era el castillo de Aurelia, que traducido del latín significa Oreja, poblado anejo al municipio de Ontigola. Dicho Castillo, situado aproximadamente a un Kilómetro del Río Tajo, esta formado por una torre de planta rectangular, ocupando un risco de estrecha cúspide y una muralla que sigue la forma irregular de la meseta. Esta fortaleza fue punto de disputas, pasando a lo largo de su historia del mandato moro al cristiano en varias ocasiones. Al final el temido guerrero moro Hali claudico ante el asedio y cerco que Alfonso VII efectuó al Castillo. Un postrero día de Octubre de 1139 el ejército Cristiano previno el castillo con numerosos infantes y Caballeros formando una importante encomienda Santiaguista. Y quedando al mando un joven y apuesto Caballero, denominado el Señor de Aurelia.
En los limites del termino de la Santa Cruz que era así como entonces se denominaba nuestra villa, situado en la vega del río Tajo y aproximadamente a unos dos Kilómetros del río había un castillo de características similares al de Aurelia, el castillo de Albuer. Defendido por un bravo Caballero, el cual tenía una hija que según decían las malas lenguas era fruto de la unión entre el Señor de Albuer y la hermana de Abenabed, príncipe moro de Sevilla. La belleza y el encanto de la Hija del Señor de Albuer dejaba prendado a todo aquel que visitaba el Castillo.
Con ocasión de preparar la estrategia para la defensa de la zona, se reunieron el Señor de Aurelia con el de Albuer. A la larga discusión del planteamiento bélico, sucedió el agasajo al visitante por parte del Señor de Albuer. El cordero, los frutos de la vega todo ello regado con vino y licores de la tierra, hicieron que el Señor de Aurelia no pudiese tomar retorno a Oreja. Al amanecer el Señor de Aurelia se aseaba en las dependencias del Castillo, su torso se encontraba semidesnudo en el momento que fue sorprendido por Juliana, la Hija del Señor de Albuer.
JULIANA
¿Que hace usted en mis aposentos?
SEÑOR DE AURELIA
Invitado soy, y honores como tal tengo del Señor de Albuer
JULIANA
Dudo mucho que mi señor Padre tenga como invitado a tan insolez persona.
SEÑOR DE AURELIA
Perdone si en algo os ofendí o asusté. Ahora entiendo de donde le viene a la Hija y Señora de Albuer la fama de su encanto. Nunca vi nada igual y a fe doy gracias a Dios de no haber muerto sin haberlo visto.
NARRADOR
Lo que había comenzado con una discusión fue tornando poco a poco en una conversación amena y distendida. A ello había que unir que al tener noticia el Señor de Albuer de que el Señor de Aurelia no tenía contraídas nupcias, y de que su hija ya estaba casadera, no había mejor ocasión por unir Aurelia con la Santa Cruz.
SEÑOR DE ALBUER
Veo Señor de Aurelia que ya conocéis a mi hija. Mucho me alegraría que entablaran buenas relaciones, de esta forma, a la fuerza que nos da nuestro Emperador Alfonso VII y nuestro Señor Jesucristo, uniríamos el amor a persona en común. Yo el amor que proceso a mi hija y vos el que ya en vuestra edad debe procesar a dama que se precie.
SEÑOR DE AURELIA
El que yo pudiese poseer a vuestra hija seria un sueño mucho mas deseado que el de poder expulsar a la invasión sarracena de nuestros territorios. Ahora bien, como Caballero que soy, como tal he de comportarme. Nunca desearé tener a una esposa que ella no me desease. Espero que la que sea mi esposa lo sea de propia decisión.
NARRADOR
Las palabras vertidas por el Señor de Aurelia, unido a que a la vez el mancebo que según se dice en el lugar “estaba de buen ver”, empezaron a encandilar a Juliana. Después de una mañana en la que los Caballeros hicieron alarde del uso del arco, espada y monta del caballo, a Juliana se le borró de su mente todo hombre que no fuese el Señor de Aurelia. Llega la hora del retorno a Aurelia por el Señor de Aurelia. Este agradece los atentos servicios con él prestados, y al interesarse por Juliana para despedirse, le indican que ésta se encuentra en los jardines del castillo dando un pequeño paseo.
SEÑOR DE AURELIA
Raudo tengo que partir si no quiero que la noche me haga presa fácil de las emboscadas. Antes no me importaba morir defendiendo la noble causa del Cristianismo, ahora dado que nada me colma mas que volver a ver los mas bello que nuestro Dios Cristo ha creado en la Tierra: A vos mi Señora, el miedo a la muerte se ha apoderado de mi.
JULIANA
Agradezco vuestras palabras y mas viniendo de quien viene. Mi padre desea con todo su corazón no morirse sin ver a su hija casadera. Muchos y de alta alcurnia han sido mis pretendientes pero que Dios me castigue si miento que mas noble, y generoso que vos no he conocido. Los mismos deseos de volveros a ver hierven dentro de mí. Tomad esta prenda, mi pañuelo y velaros de no caer preso ni herido, aquí os estaré esperando a que vos volváis.
SEÑOR DE AURELIA
Ahora tengo que partir, mis obligaciones con Alfonso VII así me lo fuerzan, pero antes de San Juan, vendré a pediros a vos y a vuestro padre Casamiento.
JULIANA
Así lo espero, id con cuidado y que Dios os guíe, mi Señor.
NARRADOR
No hay por menos que decir que al Señor de Albuer nada complació mas, los deseos de su Hija por entablar casamiento con el Señor de Aurelia. Durante varios días mando arreglar, limpiar, poner las mejores galas al Salón principal en el cual se efectuara la petición de nupcias por el Señor de Aurelia.
El tiempo pasa lento para Juliana, pero al fin llega el día esperado de San Juan, Durante toda la mañana ella misma colocó la mesa en la que cenaran, pone mucho cuidado en que las viandas, vinos y manjares sean los mas apropiados para la ocasión.
EL Sol empezaba a ponerse en la vega del Tajo y a Juliana y a su Padre les extraña la tardanza del Señor de Aurelia.
El Señor de Albuer manda encender una gran fogata en el torreón principal por si la noche cerrada ha desviado de su ruta al visitante. Juliana espera en su cuarto peinando sus largos cabellos, así lo ha estado haciendo desde media tarde, el peine de oro repujado por los mas hábiles damasquinos de Toledo ejercía un monótono ir y venir por su pelo.
El Señor de Albuer sale a la busca del Señor de Aurelia, teme que alguna emboscada de los Sarracenos puedan haber desviado de su ruta al esperado Señor.
La noche empieza a cerrase cada vez mas, una tormenta comienza a desatarse. Juliana cada vez acelera más y más el ritmo del peinado.
Mientras tanto el Señor de Aurelia al otear una escuadra del ejército moro merodeando cerca del río, decide tomar camino por encima de los riscos laterales del cauce en vez de bordear este. El cambio de ruta le hará demorar la llegada pero esa noche mas que nunca temía por su vida e intenta evitar entrar en batalla.
Es Media noche. y en las puertas del Castillo se escuchan tres golpes secos. Juliana sale corriendo desde sus dependencias, no podía esperar a que la servidumbre abriese la puerta. Abre rauda el portón y delante de ella aparece una Gitana empapada de la lluvia sosteniendo a una criatura temblorosa en sus manos.
GITANA
Señora, mi hijo esta muy enfermo, la lluvia le esta haciendo enfermar cada vez mas, dénos aposento y morada, hágalo por la criatura.
JULIANA
¡Que dices desgreñada!, ¡Sal de aquí gitana!, estoy esperando a mi amado y no puedo daros cobijo, e iros, iros lejos!
NARRADOR
Juliana volvió a sus aposentos maldiciendo a la gitana y a su suerte. Al estar a medio tramo de la escalera volvió a oír otros tres secos golpes en el portón. Baja corriendo y abre la portezuela.
JULIANA
Otra vez tu gitana, ¡fuera, fuera del castillo!
¡Marchaos de una vez!
GITANA
Mi señora, mi niño ya apenas le queda un hilo de respiro, la noche se lo esta llevando, dejarme pasar, dormiremos en las cuadras, pero dejar que mi hijo este en cubierto, esta muy enfermo.
JULIANA
¡Iros a donde debían estar! iros al infierno tu y tu hijo mal nacido, y dejadme de una vez!
NARRADOR
Juliana no controlaba ni sus palabras ni sus actos, el deseo de saber algo de su amado le hacían desvariar, se queda detrás de la puerta, de sus ojos brotan lágrimas, su peine continua con el ir y venir por su alisado cabello, un nuevo golpe seco en la puerta rompe los pensamientos de Juliana. Entreabre la puerta a sabiendas de que se trate de la gitana nuevamente y sin mediar palabra la empuja haciéndola caer de espaldas. La gitana se levanta,, mira fijamente a la cara a Juliana y le pronuncia las siguientes palabras:
GITANA
Mas vale que nuestro señor Jesús salve a mi hijo querido, ya que si este muriese, os maldeciré para toda la vida y "ESTE CASTILLO DESAPARECERÁ, QUEDANDO SOLO SUS PIEDRAS, Y NO VOLVERÁ A APARECER HASTA QUE EN, UNA NOCHE COMO ESTA, UNA NOCHE DE SAN JUAN, A LAS DOCE UN CABALLERO VENGA SOLO MONTADO EN SU CABALLO BLANCO Y ESTA DAMA, QUE DESDE HOY QUEDARA ENCANTADA, EL RESTO DE LOS DIAS DEL AÑO DESAPARECERÁ.
NARRADOR
La puerta se queda entreabierta mientras que en el exterior, la tormenta empezó a arreciar, Juliana salió del Castillo y se encamina hacia el río, a su vez la gitana se dirige por la senda que lleva a una salina cercana. Juliana ve a lo lejos las antorchas de la escuadra de su padre volviendo al Castillo y pensando que entre ellos viene su amado, sale corriendo. No lejos, a poca distancia la gitana para su marcha, nota que a su hijo el poco aliento que le quedaba ha dejado de existir, cae de rodillas en la senda y mirando de reojo al castillo emite al cielo un grito desgarrado acompañado del mal presagio:
GITANA
¡Que se cumpla el maleficio, que se cumpla el maleficio, por mi hijo, mi hijito, ¡Hijo, mío! hijo mió....
NARRADOR
La tormenta parece que se ha arremolinado en torno al Castillo, los truenos y relámpagos cubren por completo sus piedras, un ruido seco que cubre toda la vega hace volverse a Juliana ver como el castillo se desmorona piedra a piedra como consecuencia de un certero rayo, al apartar la vista del Castillo ve a lo lejos a la Gitana arrodillada en el camino con su hijo levantado al cielo, Juliana comprende todo, lo comprende rápidamente y sale despavorida al encuentro de su padre. En su huida cae en varias ocasiones al suelo. Su padre galopa rápido a su encuentro, ella con sus ropas desgarradas se aferra al faldar de la armadura de su padre. El señor de Albuer levanta la celada de su armazón, su rostro esta pálido, sus ojos llorosos.
SEÑOR DE ALBUER
¡Dios Mío, Señor, Mi Dios! ¿En que os he faltado? ¿Cual es la causa del Castigo que me habéis enviado?
JULIANA
¡Padre, Padre! no sois vos a quien Dios Castiga, es a mi y a mi soberbia, el maleficio de una gitana ha caído sobre mi, tengo miedo, mucho miedo, ayudarme mi señor Padre.
SEÑOR DE ALBUER
Venid conmigo mi hija, marchemos a las ruinas del Castillo e intentaremos en él resguardarnos, si aun queda algún cobijo.
JULIANA
¿Que sabéis del Señor de Aurelia?
SEÑOR DE ALBUER
Solo encontramos a su escudero, parece que él encamino por la cornisa del valle, estar tranquila él sabrá encontrarnos.
NARRADOR
Juliana paso toda la noche rondando por las ruinas del castillo a la espera de la llegada de su amante, no se podía quitar las palabras del maleficio de la gitana.
GITANA (ECO)
"ESTE CASTILLO DESAPARECERÁ, QUEDANDO SOLO SUS PIEDRAS, Y NO VOLVERÁ APARECER HASTA QUE, UNA NOCHE COMO ESTA, UNA NOCHE DE SAN JUAN, A LAS DOCE UN CABALLERO VENGA SOLO MONTADO EN SU CABALLO BLANCO Y ESTA DAMA, QUE DESDE HOY QUEDARA ENCANTADA, EL RESTO DE LOS DIAS DEL AÑO DESAPARECERÁ.
NARRADOR
Juliana sentada en una de las almenas del derruido Castillo continuaba peinándose sus cabellos, su mirada estaba fija en el punto en el que por última vez a la gitana. Al despuntar la mañana vio como venia un soldado que haciendo un apartado con el Señor de Albuer comentaba en voz baja.
SOLDADO
Mi señor, lamento comunicaros que a pocas leguas del castillo he visto en una zona entre los riscos de la senda el cuerpo de un Caballo y a su lado el de un Caballero que yacía junto al animal, no he podido acercarme por lo empinado y húmedo del terreno, pero si he podido recuperar esta capa enganchada en un árbol del borde de los riscos.
SEÑOR DE ALBUER
Dejarme ver, ¡ No puede ser ¡ ¡ El escudo con el blasón del Árbol !, ¡ El del Castillo de Aurelia !.
SOLDADO
Seguramente al no divisar la silueta del castillo despisto su ruta y se encamino por la estrecha senda, su montura pudo asustarse por algún trueno y le hizo caer a los riscos.
SEÑOR DE ALBUER
Tomad los hombres necesarios e ir a darle cristiana sepultura.
NARRADOR
Se dice que desde ese día Juliana se volvió loca, otros dicen que desde entonces se perdió por el término del pueblo. Con la muerte de su amante ella estaba condenada a vagar.
Del Castillo de Albuer apenas quedan restos del mismo, ya ni sus piedras labradas quedan.
Muchos son los caminantes que dicen haber visto a la Encantada, y siempre se la encuentran en el mismo lugar, un pequeño cerro donde la orografía forma una especie de sillón en que ella se sienta peinándose mirando a la luna. Allí vuelve todas las noches de San Juan, después de errar durante el resto del año, vuelve a su cita con el amor que es quien únicamente puede devolverla la felicidad. Desde entonces este cerro se llama "Cerro de la Encantada" y es de suponer que se seguirá llamando hasta que algún caminante perdido en la noche consiga vencer el temor que causa la misteriosa dama y pueda alejar de ella el maleficio por medio de su amor.
Nota: Todos los lugares, y citas históricas son fidedignas, avalado por libros e historiadores solventes. Solamente los nombres del señor de Albuer, del Señor de Aurelia y de la dama Juliana son fruto de la imaginación del autor. La encantada solo usted podrá saber si son fruto de su imaginación o la consecuencia del maleficio de una noche de San Juan, solo el amante convencido de su amor por la dama podrá algún día sacarnos de la duda.
Especial agradecimiento a:
Mª Dolores Avia Aranda, Emilio Muñoz Lopez, Julio Sanchez Rivas, Jose Mª Gomez Rodriguez Monje y Maximino Sanchez Martinez que hace años recopilaron la documentación que han servido al autor como base para recuperar esta leyenda popular.
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