La Exposición "Del surco a la era " recoge una muestra de los aperos agrícolas que utilizaron nuestros abuelos para labrar el campo, para enganchar las mulas a los carros y galeras y para trillar el grano en la era.
Más: Faenas del campo
La
exposición comienza con un catálogo de arados,
desde el humilde palo acodado o plantador,
que fue el primer instrumento que utilizó el hombre para hacer un hoyo y echar
en él la semilla, hasta la vertedera. La historia del arado se inicia con los
primeros ejemplares sencillos compuestos de dos palos de madera, uno enganchado
al animal y otro perpendicular para hendir el suelo, hasta llegar al
arado común, romano o timonero, que tiene ya
las piezas básicas como son el timón,
la cama, el
dental, la
reja y la
esteva, las
orejeras, .
A las antiguas rejas de madera se acopla una funda de hierro en la punta del dental, para no desgastar la madera, y después se utilizan ya las rejas completamente fabricadas en hierro que se pueden ver en los arados expuestos.
En la muestra se pueden contemplar arados comunes todavía con dentales, estevas, camas, orejeras y pescuņos de madera, ya sean timoneros, con un timón para uncir dos mulas, o de varas, macizas que se llaman garabato, o unidas por dos traviesas, para una sola mula.
En
Santa Cruz, la madera más común es la de álamo negro u olmo, aunque aquí hay un
ejemplar con la cama de encina. La elección de la madera es de mucha importancia
en el arado: en el siglo VII antes de Cristo, el griego Hesíodo recomendaba:
"llévate a casa un dental, de carrasca es el más resistente para arar con
bueyes, y fíjalo con clavos a la reja. Construye en casa un arado con los
timones de laurel o de olmo, son más seguros, la reja de encina y el dental de
carrasca".
Con el tiempo, a la cama se le aņadirán refuerzos de hierro -bragueros y abarcones-, hasta que terminar fabricándose toda de hierro, al igual que el dental y la esteva, que sólo conservará la empuņadura de arados comunes de hierro se llamaron planchuelas.
Los últimos arados construidos para las mulas tienen incluso las varas de hierro, y doble esteva, se trata de las cuchillas para labrar las viņas y de las vertederas, con una gran hoja para voltear la tierra, derivada de las orejeras del arado común.
La vertedera se utilizaba para levantar el rastrojo a finales del verano; el arado común con timón para una yunta para sembrar (alomar y después rajar los lomos para tapar las semillas); ell arado común de varas para una sola mula se empleaba para arar los trigos en primavera: "en primavera remueve la tierra y si en verano le das una segunda reja no te defraudará", decía Hesíodo.
Todos
estos arados se transportaban sujetos al yugo, con la punta del timón
arrastrando sobre el camino o metida en carrillos de
labor, simples planchas de madera o ejes de hierro con dos
ruedecillas. Algo más elaborado es el carrillo de
vertedera, de mayor tamaņo, con ruedas de hierro medianas y una cuņa
para sujetar la vertedera.
Para que los animales de tiro puedan ejercer toda su fuerzam, ya sea arando o tirando de los carros, se necesita de una serie de arreos que los unan a los arados o carros. Son éstos el yugo, el horcate, la collera, la cabezada y las guarniciones y tiros. Los arreos o guarniciones son un conjunto de tiros de cuero y ganchos que sirven para unir la mula a un carro o galera.
En los carros más antiguos de varas o labor, tirados por dos mulas, ambas llevan un sillón unido por un palo o bolero y una cinta de cuero que pasa por el vientre del que toma su nombre: ventril.
En la grandes galeras de este siglo se utilizan arreos con un tiro, una retranca y un sejador de cuero, sin sillón. El yugo unía a una yunta de mulas, bueyes o burros, su nombre viene del latín yugum, que significa unir, y ha dado lugar a palabras como cón-yuges o cón-yugos, ayuntamiento. Consta de una pieza de madera llamada troza, con dos huecos para encajar en el cuello de los animales: costillas, forradas con paja de avena (bálago) cubiertas con cuero y unas cuerdas que en origen fueron de esparto y después de cuero, denominadas coyundas.
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En
los carros de varas para una sola mula, los arreos constan de un sillón sujeto
al animal por una brida de cuero o barriguera,
y al carro por otra más ancha que pasa por el sillón, o
zufra. Del sillón parte la retranca
y de ella una cadena o sejador que se
engancha a las varas del carro. También se puede utilizar un tiro suelto, de
cuero o soga, para atar una mula a un trillo,
a una rastra, etc. En un principio los tiros
o guarniciones fueron de esparto y después se hicieron de cuero, aņadiendo
enganches y cadenas de hierro.
El
horcate es un horcajo de madera de encina
reforzado con tirantes de hierro, al que se engancha el tiro, de cuero o soga,
para atar el animal al carro o a otro tiro como la trilla o el arado. El horcate
ejerce toda la fuerza sobre el cuello, por ello se comenzó a usar una
almohadilla para llevar la fuerza a la cruz del animal, aumentando con ello el
poder de tiro. Se trata de la collera que es
otro horcajo relleno de paja y forrado con cuero que se apoya sobre una manta (manta
de coger) o saca rellena de paja para evitar rozaduras. De este modo
el horcate descansa sobre la collera. La introducción de la mula en Espaņa desde
los siglos XIV y XV, el invento de la collera, unido a otros como la
herradura para las pezuņas y la
reja completa de hierro, vinieron a
revolucionar las técnicas del campo.
Ahora
había que sembrar más cebada para alimentar a los animales de tiro y ello
transformó a la larga la forma de las casas ya que se necesitaba una
cámara para guardar el grano, que se
construía en la parte de arriba, dando lugar a la forma de la casa tradicional
manchega. La cabezada se pone en la cabeza y
lleva unas anteojeras para limitar la visión
del animal y unas tiras de cero o frontaleras
para espantar las moscas. Junto a la boca lleva un aro a donde se enganchan los
ramales que un ligero tirón obligan a torcer la cabeza al animal. Se le podían
aņadir unos campanillos de adorno, para e sonaran al marchar por los caminos o
al abrir la besana, al igual que los
pretales o collares de cuero con cascabeles
o campanillas. Estos agradables sones que se podían oír por los campos al tiempo
que los labradores araban, se han callado para siempre, enmudecidos por el
ronquido de los motores del tractor.
Hace 2.600 aņos recomendaba el griego Hesíodo: "deja la cama temprano en la época de la siega, pues el alba hace la tercera parte del trabajo. El alba pone en camino a muchos hombres y coloca el yugo a muchos bueyes".
Al
alba se comenzaba a segar, en una mano la hoz
y en la otra la zoqueta, y aún antes
llegaban los carros y
galeras con palos y redes a la tierra para sacar los haces. Una
vez hecha la parva se comenzaba a trillar. Pero antes había que haber
arrulado la era, con un
rodil de piedra enganchado con las armas de
madera a las mulas, y agua y paja. La trilla
o el trillo son unos gruesos tablones con
trozos de cortantes pedernales (sílex) incrustados por su parte inferior, que
cortan la paja y las espigas. Se conocen los trillos desde los fenicios, hace
3.000 aņos, e incluso el trillón, que es una tabla con rulos de madera que lleva
numerosas cuchillas redondas de hierro.
A la trilla se unían unos ganchos de hierro detrás o volvedores, encargados de remover la parva. Los trillos se enganchaban a las mulas mediante borriquillas de madera, para una o dos caballerías.
Para estas tareas de la era se empleaban grandes bielgas o bieldos, de madera y horcas y horquillos para remover la parva y aventar. Primero se recogía la parva en un montón con el allegador que es una madera vertical atada a la mula, se acababa de recoger toda con el raedor y se barría con la escoba. Después se aventaba con el horquillo y la pala de madera: "avienta el grano en una era redonda y un lugar aireado. Con la medida, distribúyelo en tinajas", recordaba Hesíodo.
Efectivamente, una vez separado el grano de la paja, se mide con la media, que es un recipiente de madera en el cual cabe la simiente necesaria para sembrar media fanega de tierra. También existen cuartillas, que caben la mitad de una media, y celemines. Con las cribas y arneros se terminaba de limpiar el grano de las granzas. Las había de cuero y de alambre, para trigo, cebada, lentejas, garbanzos...
El pan y condumio de los humanos es paja y cebada para las mulas; por ello se tuvo la necesidad de segar la espiga con el tallo, ya que antes sólo se cogía la espiga y se trillaba con las pezuņas de los' 'animales que aplastaban las espigas separando el grano, sin necesidad de trillos.
Al igual que ocurrió con la cebada, la paja obligó a construir un lugar para guardarla, el pajar, en un segundo piso junto al corral, sobre la cuadra, con una ventana abierta a la calle o piquera, de la que sobresalía un palo en donde se ataba una garrucha y por ella se subía la paja en seros de esparto.
Desde el pajar, se vertía la paja por su propio peso a la pajera de la cuadra, desde la que se distribuía a los pesebres. La paja se bajaba de la era con esteras de tomiza de esparto sujetas con palos a los varales de los carros y galeras.
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